sábado, 23 de noviembre de 2013

El espejo en el que ellos se miran

Muchas veces se hace hincapié en la importancia del entorno familiar y escolar en el desarrollo del niño. Y es que lo cierto es que, según dijo Russeau, los niños nace como una tabla en blanco, como un lienzo sobre el que los padres imprimen su manera de crianza y de vivir.
Es cierto que los niños van desarrollando una personalidad y unas predisposiciones a comportarse, pero también es cierto que cuando nace, un niño está a la merced de aquellos que lo van a cuidar y es en ellos donde se va a ver reflejado, por lo que son ellos los que van a trasmitirle los valores y formas de vida que ellos crean convenientes.

Parece que es una gran responsabilidad la crianza de un niño y así es. Por suerte, o por desgracia (en mi caso, yo opino que es suerte) los papás tienen la capacidad (y a la vez responsabilidad) de acompañar y facilitar el desarrollo del niño aportándole modelos de enseñanza coherentes con los del resto de los adultos que lo van a acompañar en su niñez.

Por eso, cuando hablamos de "entorno", nos referimos a aquellos lugares y con aquellas personas en y con los que el niño crece. Por entorno podemos diferenciar:

- El entorno prenatal: Se trata del entorno en el que vive el niño antes de nacer, desde el vientre de la madre. Son factores de riesgo para el desarrollo del niño el estrés de la madre, malos hábitos alimenticios o de vida, etc.
- El entorno perinatal: Incluso las primeras horas de vida del niño son primordiales para asegurarle un buen desarrollo tanto físico como psicoemocional y cognitivo. El momento del parto así como los primeros cuidados son cruciales para el bebé.
- El entorno familiar y escolar: Tanto la familia como la escuela ha de coordinarse en la manera de enseñar al niño, así como todos los familiares dentro de la unidad familiar. Cuando la familia no se coordina, el niño percibe esta falta de coordinación y lo demuestra con dificultades de atención y problemas de conducta.

Por tanto, en definitiva, no se trata de hacer de la crianza un estilo rígido e inamovible que se encuentre en los libros, sino que, desde la sencillez y cotidianidad hay que dar forma a cómo queremos que crezca nuestro pequeño, a través de la comunicación y el acuerdo de todos los miembros de la unidad familiar. Porque, al fin y al cabo, vamos a ser el espejo en el que nuestros pequeños se miren.

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